Hace más de 10 años, el entonces congresista fujimorista, Carlos Ferrero Costa, planteó una serie de riesgo que trae consigo una re-reelección en el mandato popular en general. Riesgos principalmente que desembocan en el debilitamiento de la democracia. En ese sentido, es pertinente recordar, por la salud de los que participan en las próximas elecciones municipales y regionales, por qué es necesario la alternancia en el mandato obtenido por voto popular. Por tanto, la mejor opción para los huantinos de la zona urbana, periurbana y rural es votar el próximo 03 de octubre por las propuestas objetivas del grupo de ciudadanos que lidera Carlos Rúa, que nos permitirá enrumbar por un nuevo camino.
Sin duda, uno de los fundamentales riesgos que tal vez omitió el entonces congresista Ferrero, fue la institucionalización de la corrupción que se vio fortalecido y actualmente es uno de los grandes males de la democracia.
Sin duda, uno de los fundamentales riesgos que tal vez omitió el entonces congresista Ferrero, fue la institucionalización de la corrupción que se vio fortalecido y actualmente es uno de los grandes males de la democracia.
En su artículo titulado "veinte razones contra la re-reelección" (*), se rescatan gran parte del artículo.
La re-reelección es:
Antidemocrática: Al impedir que otros accedan al gobierno, se está desviando la voluntad popular pues ella, por su propia naturaleza, tiende a variar sus opciones y alternativas. Obstaculizar que tales cambios se expresen implica vulnerar la libertad consustancial a la democracia.
Encubridora: Es imposible fiscalizar adecuadamente a un gobierno que se mantiene 15 ó 20 años en el poder. Un plazo tan largo permite aplastar las autonomías que un Estado de Derecho requiere como instrumentos de contrapeso para evitar el abuso.
Paralizante: La ausencia de alternancia dificulta el cambio, la creatividad y la innovación. El sistema se vuelve rígido y, en lugar de fortalecerse con una supuesta estabilidad, se debilita por estancamiento.
Adictiva: Más tiempo pasa, más quieren quedarse los gobernantes, pues no se acostumbran a dejar las ventajas de su cargo. Les parece imposible la existencia de un mundo en el que estén fuera del poder. Por inercia, les parece anormal irse y natural quedarse.
Contagiosa: La mentalidad continuista se expande como un mal ejemplo. Otros grupos sociales aspiran a lo mismo. Organizaciones regionales y locales, gremios, sindicatos, mandos militares y asociaciones diversas imitan a la camarilla y, siguiendo el ejemplo, hacen todo lo posible por quedarse. El argumento es que si "arriba" se hace, por qué no se va a hacer
"más abajo" también.
Discriminatoria: Favorece a quien ocupa el cargo cuando compite en acto electoral. Es verdad que el poder desgasta, pero ello no logra balancear lo ventajoso que es competir desde el poder con quien está fuera de él. Por eso es que la Constitución de 1979 permitió la reelección sólo después de pasado un periodo.
Excluyente: Las democracias se sostienen mejor cuanto mayor sea el numero de columnas que lo soporten. Si a lo largo de 30 ó 40 años pasa por el gobierno un buen número de ciudadanos que comparten la experiencia y la responsabilidad eso ayuda mucho. Tal cosa no puede suceder cuando ocurre la re-reelección, pues un solo grupo permanece mandando todo el tiempo.
Provocadora: Los adversarios perciben que sólo pueden sacar a los enquistados en el gobierno mediante un golpe de Estado. Sienten que en la práctica es lo único que queda, visto que han sido arrinconados.
Inmoral: Es malo acaparar para sí lo que es de todos. Poder que no quiere dejarse a otros, deviene en abusivo. Poder que se alarga de manera forzada, siempre termina corrompiéndose.
Por todo ello la re-reelección:
Encastilla: Alrededor del jefe se construye un férreo círculo que se cierra sobre sí mismo. Esta cúpula confunde su interés personal con el del país. Y quienes lo conforman actúan siempre como argolla. Para protegerse, requieren sepultar toda autocrítica.
Exacerba: Al levantar una barrera que impide a todo adversario acceder al gobierno, desespera a los opositores y los obliga a jugar con trampa para sobrevivir. Además, al soliviantarlos, impide cualquier consenso con ellos, lo cual suele ser necesario para un buen gobierno.
Desune: La sociedad se parte en dos grupos irreconciliables que no pueden ceder ni un milímetro porque sus posiciones son de abismal distancia. El país sufre las consecuencias de ello porque la rencilla y el rencor interno permanente dificultan el progreso social.
Atrofia: Se produce en los gobernantes un trastorno emocional e intelectual que les impide ver la realidad. Tanto tiempo en la cúspide les hace creerse infalibles. La continua adulación les impide ver la luz y les quita la capacidad de percibir que es inmanente a la naturaleza humana aspirar a que haya cambios no sólo de modelos socioeconómicos sino de personas.
Encubridora: Es imposible fiscalizar adecuadamente a un gobierno que se mantiene 15 ó 20 años en el poder. Un plazo tan largo permite aplastar las autonomías que un Estado de Derecho requiere como instrumentos de contrapeso para evitar el abuso.
Paralizante: La ausencia de alternancia dificulta el cambio, la creatividad y la innovación. El sistema se vuelve rígido y, en lugar de fortalecerse con una supuesta estabilidad, se debilita por estancamiento.
Adictiva: Más tiempo pasa, más quieren quedarse los gobernantes, pues no se acostumbran a dejar las ventajas de su cargo. Les parece imposible la existencia de un mundo en el que estén fuera del poder. Por inercia, les parece anormal irse y natural quedarse.
Contagiosa: La mentalidad continuista se expande como un mal ejemplo. Otros grupos sociales aspiran a lo mismo. Organizaciones regionales y locales, gremios, sindicatos, mandos militares y asociaciones diversas imitan a la camarilla y, siguiendo el ejemplo, hacen todo lo posible por quedarse. El argumento es que si "arriba" se hace, por qué no se va a hacer
"más abajo" también.
Discriminatoria: Favorece a quien ocupa el cargo cuando compite en acto electoral. Es verdad que el poder desgasta, pero ello no logra balancear lo ventajoso que es competir desde el poder con quien está fuera de él. Por eso es que la Constitución de 1979 permitió la reelección sólo después de pasado un periodo.
Excluyente: Las democracias se sostienen mejor cuanto mayor sea el numero de columnas que lo soporten. Si a lo largo de 30 ó 40 años pasa por el gobierno un buen número de ciudadanos que comparten la experiencia y la responsabilidad eso ayuda mucho. Tal cosa no puede suceder cuando ocurre la re-reelección, pues un solo grupo permanece mandando todo el tiempo.
Provocadora: Los adversarios perciben que sólo pueden sacar a los enquistados en el gobierno mediante un golpe de Estado. Sienten que en la práctica es lo único que queda, visto que han sido arrinconados.
Inmoral: Es malo acaparar para sí lo que es de todos. Poder que no quiere dejarse a otros, deviene en abusivo. Poder que se alarga de manera forzada, siempre termina corrompiéndose.
Por todo ello la re-reelección:
Encastilla: Alrededor del jefe se construye un férreo círculo que se cierra sobre sí mismo. Esta cúpula confunde su interés personal con el del país. Y quienes lo conforman actúan siempre como argolla. Para protegerse, requieren sepultar toda autocrítica.
Exacerba: Al levantar una barrera que impide a todo adversario acceder al gobierno, desespera a los opositores y los obliga a jugar con trampa para sobrevivir. Además, al soliviantarlos, impide cualquier consenso con ellos, lo cual suele ser necesario para un buen gobierno.
Desune: La sociedad se parte en dos grupos irreconciliables que no pueden ceder ni un milímetro porque sus posiciones son de abismal distancia. El país sufre las consecuencias de ello porque la rencilla y el rencor interno permanente dificultan el progreso social.
Atrofia: Se produce en los gobernantes un trastorno emocional e intelectual que les impide ver la realidad. Tanto tiempo en la cúspide les hace creerse infalibles. La continua adulación les impide ver la luz y les quita la capacidad de percibir que es inmanente a la naturaleza humana aspirar a que haya cambios no sólo de modelos socioeconómicos sino de personas.
Desintegra: Un país reeleccionista no puede integrarse con otros países vecinos cuyos gobiernos se renuevan continuamente. Así, el país re-reeleccionista es mal visto, se aísla y no obtiene ventajas de la integración.
Desprestigia: En el mundo occidental y moderno, la democracia se entiende como un sistema en el cual el poder es mudable. Un gobierno que permanece más de 10 años en el poder, aun cuando haya sido elegido por "voluntad popular" (nótense las comillas) será acusado de ser una dictadura solapada, una falsa democracia. Y tal imagen le hace un gran daño al país.
La re-reelección fomenta:
Violencia: Porque los que no creyeron nunca en el sistema, como los terroristas, encuentran el caldo de cultivo adecuado para reaparecer pues practican aquello de saber "aprovechar la crisis de la burguesía".
Inseguridad: Tantas y tan importantes desventajas convierten a la re-reelección en un problema de seguridad nacional. Insistir en la re-reelección es abrir el camino a la guerra civil. El daño es de una gravedad tal que puede poner en peligro nuestra subsistencia como nación.
Desprestigia: En el mundo occidental y moderno, la democracia se entiende como un sistema en el cual el poder es mudable. Un gobierno que permanece más de 10 años en el poder, aun cuando haya sido elegido por "voluntad popular" (nótense las comillas) será acusado de ser una dictadura solapada, una falsa democracia. Y tal imagen le hace un gran daño al país.
La re-reelección fomenta:
Violencia: Porque los que no creyeron nunca en el sistema, como los terroristas, encuentran el caldo de cultivo adecuado para reaparecer pues practican aquello de saber "aprovechar la crisis de la burguesía".
Inseguridad: Tantas y tan importantes desventajas convierten a la re-reelección en un problema de seguridad nacional. Insistir en la re-reelección es abrir el camino a la guerra civil. El daño es de una gravedad tal que puede poner en peligro nuestra subsistencia como nación.
(*) Publicado en la revista Debate. Lima, junio-agosto 1999, páginas 51-52.
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